La tercera etapa es una etapa bastante desafortunada. En un primer momento pensé en parar en
Melide, el pueblo tan famoso para el pulpo a la gallega. Me sobran días, ya que por culpa del esguince salí de Sarria en lugar de Ponferrada, y una idea seria partir la etapa convencional desde
Palas de Rei a
Arzua en dos.
Me levanto muy temprano y empiezo a andar, me siento bien y a las 10 de la mañana ya estoy practicamente en Melide. Al entrar en la provincia de
A Coruña, me siento realmente contenta y satisfecha. Las conchas se vuelven amarillas y me siento genial.
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Entrada a la Provincia de A Coruña |
Decido parar en un bar para desayunar y como tengo mucha hambre decido pedir un bocadillo de tortilla de patatas. Primer error del día. La chica me trae un ladrillo de la peor tortilla de España. Compacta y freída en el aceite de un coche. En el estomago la mezcla se convierte en un bloque de hormigón, así que cuando al cabo de una hora llego al famoso templo del pulpo a la gallega, no tengo hambre ninguna.
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Pulperia Ezequiel (Melide) |
Como todos los peregrinos entran, yo no me voy a echar para atrás. El lugar esta lleno de gente que a las 11 de la mañana se sienta a comerse su ración de pulpo. El olor es nauseabundo y me paso un rato horroroso mientras comparto mi pulpo con unas madrileñas que había conocido la noche anterior en el hostal de Palas de Rei. En principio había decidido parar en Melide, pero al salir del restaurante y con el asco en el cuerpo por la mezcla de tortilla y pulpo (lo siento señor
Ezequiel, pero he comido pulpos bastante mejores por ahí) decido ponerme en camino de vuelta. La idea es llegar al pueblo donde habían dicho que iban a parar los italianos, al menos tendré compañía. El problema es que todavía faltan casi 15 kms y la calor empieza a apretar.
Camino un tramo con las madrileñas que no se demuestran muy amigables que se diga, así que largos tramos me los paso sola. En una cuesta super calurosa, agradezco haberme traído el agua termal, que hasta el día anterior me había parecido otro inútil trasto y que me había negado a tirar porque lo había pagado caro (bendida mi tacañeria!). Me ayuda una japonesa a sacarla de mi mochila y le ofrezco a ella también, porque va mas tapada que un apicultor y con una mochila mas grande que ella. Este gesto tan tonto como compartir el agua termal es lo que hace bonito el Camino. Como hemos llegado yo y ella, desde mundos tan distintos, a cruzarnos en la cumbre de una cuesta infernal y a ayudarnos, sin saber nada la una de la otra, es lo que hace que esta experiencia sea mágica e inolvidable.
Cuando veo que faltan "solo" 40km me vuelvo a animar un poco. Una francesa me saca una foto. La cuenta atrás de los kilometros es lo que te mantiene entretenido y que te empuja a no abandonar, a pesar del cansancio y del dolor que, al pasar las horas, se apodera de todo tu cuerpo.
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Como una campesina rusa |
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Después del puente medieval sobre el rio
Iso, finalmente llego al albergue. El día es soleado y caluroso. Lavo mi ropa y disfruto de la tarde. Los italianos nunca llegaran, pero compañía no me falta. Se respira tanta paz y estoy tan orgullosa de mi, que ni siquiera las pulgas que me pican en los brazos me sacan la sonrisa.
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En el puente de Ribadiso |
Una birra y a prepararse para el dia siguiente que Santiago esta' a la vuelta de la esquina.
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La mejor compañera |